Una historia..... No muy bonita... mi pasado antes de Nacer parte 1

Mi Padre "Ángel"
Me imagino que se preguntan: ¿por qué no muy bonita?, y seguro que también: ¿PASADO ANTES DE NACER?
En este punto aclaro, que cuento esta parte difícil y triste , porque fue el camino que recorrí y me llevo a buscar ese maestro ese amigo, esa ayuda... llega un momento que comienzas  a entender que la vida no es solo sufrimiento, porque si sigues así, sientes ganas de morir... sentí muchas veces esas ganas... y me dio miedo...

De la primera pregunta, tengo mucho que contar. No era bonita porque mi felicidad siempre estaba en manos de los demás, y, por supuesto, no aceptaba los cambios y me apegaba a la gente.

Comienzo por contar, que mi vida en general de niña fue chévere, una familia un poco rígida, con sus altas y sus bajas.

Viviendo cómodamente, mi padre era un hombre muy mayor, pero, a pesar de ser poco cariñoso, fue un padre muy especial. De él heredé el gusto por el buen comer, el vino… ¡Y LA SALSA (de todo tipo)!, pero sobre todo la de bailar, ya que Ángel era un excelente bailarín. De mi madre, pues aprendí a hacer las cosas, sin esperar ayuda masculina... ¡a “resolver”, pues!, como se dice por acá. Mis hermanas: bellas y súper inteligentes. La mayor siempre fue perfecta, muy pero muy buena estudiante, sumamente ordenada; Ella ahora me dice que tuvo siempre la presión de ser la mayor. Mi hermana menor, por otro lado, un poco mimada (como todos los pequeños). Excelente persona, buena estudiante… bueno, en fin... ella es simplemente… ¡ELLA!

Luego viene esta princesa que les escribe... sí, YO, Bella Creación (nombre que tiene una historia hermosa, que les contaré, pero no ahora, jejeje). Este no es mi nombre real, (aunque me encanta). Yo soy la “sándwich”, si se quiere, por ser la hija del medio, la “bonchona”, la que tenía las notas más bajas (es decir, no eran malas pero tampoco excelentes). En algún momento fui la oveja negra (jajaja). Bueno, eso pensaba yo...

Regreso a mi historia...

Inicio con un incidente que me marco mucho: la muerte de mi padre.

Todo ocurrió en un crucero, el 25 de diciembre de 1992. Él venía sintiéndose mal desde el día anterior, pensé que era la gripe. Ese mismo día, en la piscina, veo que comienza a respirar de forma algo rara y a sentirse MUY mal. Lo llevo a la habitación y le solicito al médico del barco, pues mi padre estaba como sin fuerzas y tenía algo que no podía explicar.

La imagen del doctor curando ese pie, que estaba cortado, la recuerdo vivamente como si hubiese sido ayer. Gordito rechoncho. Apenas medio subió la cabeza y me divisó, él me dijo que, una vez terminara de curar al chico herido, subiría a la habitación. Claramente me recuerdo que ya habíamos zarpado de Martinica para Saint Marteen.

 Íbamos solo mi padre y yo. Aunque mis papas todavía estaban casados, mi madre decidió quedarse cuidando a mi abuelo, que tenía cáncer. Jamás me imagine que mi padre estaba muriendo a sus 82 años (los cuales nunca  aparento).

Él era una persona muy jovial, alegre, divertida y, para mí, siempre estuvo lleno de vida, a pesar de ser un padre muy mayor, lo que hacía que la gente a veces se confundiera y pensara que era nuestro abuelo.

En fin. Regreso a la habitación a esperar al médico. Conmigo estaba una señora de alta estatura, de cabello oscuro y rostro fuerte, muy amorosa. Yo, sentada al lado de mi padre en la cama, acariciaba su espalda. Él, insisto, respiraba muy raro, casi era como un rugido. ¡Ahora sé que cuando alguien respira así está muriendo!

Algo así volví a escuchar un poco más de año después, en la habitación de una clínica donde daba sus últimos respiros de vida Eduardo, o “papá”, como cariñosamente lo llamaba. Otra de esas personas sumamente amorosas con su familia. Verlo a él y a Blanca, su Sra., pude entender  lo que son las almas gemelas. Eduardo fue padre de un novio que me acompañó en todos los momentos difíciles después de la partida de mi progenitor, y siempre tengo un hermoso recuerdo de él. Actualmente me doy cuenta de la maravillosa persona que sigue siendo.

Vuelvo a esa respiración, que sabía que estaba pasando de plano (así llamo a la muerte ahora: “pasar de plano”), y estoy segura que a uno superior.  La respiración de mi padre, ese rugido se fue apagando mientras cariñosamente le hablaba y le decía que ya el doctor iba a subir...

…Y se apagó…

Yo pensaba que se había dormido. Y así fue, dormirse en esta vida y despertarse en otro plano, otro mundo o universo. La señora que me acompañaba, me dijo suave pero temblorosamente, mientas yo seguía rozando con mi mano  la espalda de mi padre (y sin percatarme que él había fallecido): "tu papá no está respirando...".

¿Qué puedo decir? Creo que nunca había experimentado un estremecimiento tan fuerte.

Es como si me golpearan la cabeza y quedara vibrando como una campana: “TONNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNN”…

Mi reacción fue levantar el cuerpo inerte y moverlo, “jamaquearlo”, gritarle: ¡despierta…! ¡DESPIERTA, PAPÁ…!

Coloco de nuevo su espalda en la cama y corro desesperada, pegando gritos por el barco. Llego al área de recepción… en shock, con las manos en la cabeza, y me arrodillo entre gemidos y gritos. La gente me mira asustada, ya que no entendían mi desesperación. En ese momento, diviso a el “Dr. Gordito” subiendo con la enfermera. Corro de nuevo al cuarto y en inglés le gritaba: "HE IS NOT BREATHING!!". La enfermera me saca del cuarto junto con la señora que me acompañaba. Sé que mi desesperación iba a entorpecer las labores de revivirlo.

Pasaron, no sé… ¿10 minutos? Pues, para mi fueron horas... Afuera de la habitación estaba yo, desecha, llorando desconsoladamente en el piso, en esa alfombra colorida entre azul, marrón y algo de amarillo, cansada de ser pisada por los viajeros...

Después de esa larga espera, la enfermera sale e intenta llevarme a una capilla, que estaba detrás de la recepción y muy cerca de la habitación en donde mi querido padre y yo ya llevábamos una semana de viaje. Quería decirme algo que ya yo sabía, pero ella me metió allí…

Yo quería que me dijera y ya. En ese momento no había Dios que calmara mi alma, y que angustiada esperaba un milagro.

Cuando logro sentarme, me dijo: “no pudimos hacer nada...”.  

Todavía siento que no he superado esa partida, que fue en 1992... La escribo y siento una fuerte presión en mi pecho...

Pero al escribirla, también me doy cuenta que ese dolor me llevo a ser la persona que soy ahora, a  buscar ese crecimiento, a comprender la partida de un ser amado... Tuve al día siguiente que sacar fuerzas de donde no tenía, hacer maletas, bajarme del barco y quedarme en Saint Marteen para congelar a mi padre y escoger la urna, la más bella que viera, porque él se merecía todo lo mejor. Su ropa, un traje oscuro con tirantes combinados con una colorida pero bonita corbata.

Tuve el apoyo de mi familia; decirles la noticia... sí, fue fuerte. Mi cuñado y mi novio Javier llegaron a los días para apoyarme, mientas en Caracas mi mamá y mis hermanas (sobretodo la mayor), se ponían las pilas para que el administrador de mi padre no nos dejara en la calle.

Llegamos a Venezuela el 30 de diciembre, tras dos aviones, un retraso de SEIS horas y de ser maltratada por venezolanos en la línea aérea, ya que cuando iba a tomar el último avión, el cadáver no había sido subido. Al preguntar la razón (yo ya había pagado por el traslado del cuerpo) y desesperadamente llorar en la rueda del avión, diciendo: "éste avión no sale hasta que mi papá este allí", fuimos trasladados a otro avión que salía 30 minutos más tarde.

Un calvario. Así sentía ese retorno. Por fin, ya iba a descansar, al fin llegaría a mi país.

Pero otra traba, ya en Maiquetía, en el aeropuerto que sirve a la ciudad de Caracas. Resulta que, pues, los papeles estaban en inglés e incompletos. ¿Qué tal? ¡Una locura!

Para ingresar el cadáver fue sumamente difícil, hasta que, ¡por fin!, una pequeña luz. Le agradezco hasta el día de hoy a un tío militar que nos ayudó.

Y es que el venezolano ha perdido la compasión (el estado más elevado del amor) por nosotros y nuestros hijos. Hay que llenar nuestros corazones de ella.

Por fin: 31 de diciembre. Descansé…

…Ya nuestro amado padre fue enterrado.


Ahora en cada experiencia de vida, encuentro  un aprendizaje... en aquel momento era muy inconsciente y estaba profundamente metida en ese dolor... hoy entiendo que el ser amado, no puede estar para siempre... mi querido padre había culminado su proceso de vida y su muerte fue muy calmada...  por otra parte, aprendí porque viví en carne propia, la falta de compasión de mis coterráneos ... siento que la compasión, es un tipo de amor muy elevado, no esa compasión de mentira que sirve para  mostrar al exterior que eres alguien bueno... sino esa que se siente y se da a tu semejante sin esperar nada a cambio....  A ser compasivos desde nuestro corazón <3 


Comentarios

  1. Hola millie, me levante sintiendote, leyendo tu historia me he quebrado en llanto, que duro debio ser para ti y tu familia. Te siento en mi corazon amiga, aunque estemos lejanas, ya que llegaste a mi vida en un momento crucial y la conexion fue unica,por algo y bien positivo estas en mi corazon, te extraño siempre, para compartir esos sentimientos y cosas q solo contigo deje salir. Un abrazo. Maria Rivas

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